Tejidos
Conversación entre Teresa Lanceta, Nuria Enguita y Laura Vallés Vílchez
NE-LV En relación con los tejidos, planteas la idea de «código abierto». Tejer es un código binario –urdimbre y trama– que supone integrar una experiencia en una conversación expandida. A su vez, se trata de un código de carácter universal que va levantando acta de múltiples devenires, desarrollando ideas, incorporando relatos, marcando estados de ánimo, posibilitando tiempos íntimos y tiempos colectivos. El acto de tejer se renueva y expande continuamente, y genera, así, otras historias, paisajes y recuerdos. El código está al servicio de la colectividad, donde la téchne revela su importancia. No se trata de seguir el código, sino de explorar sus posibilidades e incorporar sus límites, ensanchándolos.
TL Me interesa el tejido como técnica. Una técnica ancestral que simplifica magistralmente el código binario, un sistema a través del cual conocemos el mundo y manejamos nuestro pensamiento. No sé lo suficiente para afirmar si era inevitable el descubrimiento del código
binario o bien es una decisión humana que estructura el pensamiento, y que podría haberse desarrollado de otra manera. ¿Refleja lo existente, o lo crea? Mi interés se ha centrado en la creación humana; por eso me atrae tanto el código binario, que a la postre, es un código abierto. Tejer me atrapó también por su hipnótico hacer y por el sentido del tiempo, y lo hizo de una manera radical, absoluta, más allá de los resultados y de las consecuencias. A cambio, me ha ayudado a adentrarme en el tiempo unitario, un tiempo dilatado que se extiende a la vida y a las rutinas diarias; en suma, un tiempo lleno. Tejer es un proceso estructural que posibilita la creación simultánea del lenguaje y el objeto. Es una forma de «habla», pero, sobre todo, es la revelación humana de un arcano.
NE-LV Ese continuo trabajo sobre el tejido como código universal ofrece una intimidad desdoblada. Por un lado, una intimidad «personal», por el apego a una tradición viva que se identifica con ciertos modos de pensar, vivir, amar o morir; y por otro una intimidad «cósmica», porque, como observa el filósofo Yuk Hui, toda técnica supone una cosmotécnica, es decir, «la unificación del cosmos y lo moral por medio de actividades técnicas, pertenezcan estas a los ámbitos de los oficios o del arte».1 Los tejidos se orientan hacia un fin simbólico-expresivo, más allá de una necesaria estética funcional, y por ello son también portadores de memoria. Como has señalado tú misma en numerosas ocasiones, rastrear las técnicas más primarias nos vincula directamente con el universo. Es lo opuesto a la idea de progreso, que unifica en un mismo eje espaciotemporal diferentes tiempos históricos y formas de vida divergentes.
TL A principios de los setenta, tejer me llevaba a cuestiones alejadas del arte imperante y rompedor, como el arte conceptual. Yo era consciente del alcance de las propuestas del conceptual, sobre todo en Cataluña, pero quería estar en otro lugar. Tejer planteaba otras cuestiones. Además, se tejía en todo el mundo, se había hecho en todas las épocas, era colectivo y popular. Yo tenía claro que en el arte de aquellos años no encontraba respuesta.
En 1982, en mi primer escrito, La alfombra rusa, hablé de esto: el llamado «arte internacional» no era de todos. Por lo menos no era del Barrio Chino, ni de los mendigos, ni del Vaquilla. En la época estuve en alguna casa de los de la gauche divine acompañando a los gitanos que les iban a cantar, y aquellas casas sí eran puro estilo internacional.
NE-LV El paisaje es lo primero que se reconoce formalmente en el trabajo que presenta este capítulo. Después, como decías, pareces atender a una geometría que atraviesa geografías y modos de hacer muy diversos: desde el Op Art británico hasta el arte anónimo de las mujeres bereberes. Tenemos la impresión de que se podría hilvanar una breve narración biográfica a partir de la técnica y los materiales que utilizas, que definen tus estructuras de repetición: lana, algodón, viscosa, yute y tafetán. Por supuesto, también el papel constituye un elemento de edición y montaje. ¿Cómo han irrumpido los materiales en tu biografía, tramándola como experiencia de vida?
TL En los inicios no hacía paisajes, solo técnica. Técnica pura y dura: un hilo sí, y uno no. Esa es la manera más fácil de tejer sin forzar el resultado. Es sencillo hacer horizontales y diagonales en el tejido. Comencé haciendo esto y, después, triángulos. Los triángulos son formas asumidas, universales, y crean una ornamentación que reconocemos inmediatamente. Por eso triunfó Bridget Riley en los años sesenta con sus geometrías: porque todo el mundo se reconoció en ellas. Procedí a tejer paisajes porque quería que la técnica respondiera como medio y no en sí misma. Esa etapa duró poco. Cuando me centraba en la técnica –como en las piezas Marina (1983), Bonaire 46 (1983) o Bigna Kouni (1984)–, me sentía libre. Mi aportación consistía en reafirmar lo que ya existía: materiales, tradiciones y técnicas.
NE-LV La filósofa Isabelle Stengers habla del «arte de prestar atención», y este tipo de mirada que describes tiene mucho de atenta: trasciende el régimen del juicio e incorpora al «otro» desde una hospitalidad poco frecuente, sobre todo en aquellos años ochenta en los que, como dices, la preocupación era otra. Por el contrario, esta mirada nos habla del acto de tejer como una forma de habitar el mundo y dilatar el tiempo. Nos parece interesante reflexionar sobre esa economía de la atención que plantea Stengers, pero también sobre la economía poética que defiende Jean-François Chevrier y que está, como la propuesta de Filigrana, alejada del binomio acumulación-capital.2 Esta desaceleración se relaciona con tu forma de afrontar la colaboración y la docencia, dos cuestiones clave en tu trabajo. ¿Cómo crees que tu atención se ha transformado a lo largo de los años, sobre todo en un momento en el que las pantallas parecen absorber toda forma de curiosidad?
TL Hace ya mucho, en La Palma, escribí que «la vida es un poco eso, mirar fijamente algo que apenas ves». Tejer permite una mirada hipnótica. El tiempo se dilata, queda suspendido, extasiado. Y lo comparo con la oración. Hemos perdido la oración, no creemos. Cuando veo a grupos de gente rezando concentrados, siento una cierta añoranza. Pero no soy creyente y, como no creo, no me puedo poner a rezar, ni a hacer yoga, ni meditación. Sin embargo, acciones repetitivas como tejer se acercan a la oración.
Tejer es una manera de meditar porque es una técnica repetitiva. Además, es tan lenta que te mantiene la cabeza libre. Ahí creo que reside la diferencia con respecto a las economías de la atención que la tecnología produce. En el acto de tejer, la concentración no se centra en lo específico, sino que el pensamiento se diluye.
NE-LV Pareciera que en esa dilución se abre paso a la imaginación, mientras que con la concentración fruto de la multiplicidad de pantallas, ese paso corre el peligro de estrecharse. «Ritual» y «virtual», además de los sufijos, comparten la capacidad de agudizar los sentidos.