El círculo y la flor
Una caja de madera procedente de Brasil utilizada para proteger mercancía delicada nos ha valido para crear un teatrillo, El círculo y la flor (2021). Su exterior conserva las huellas de ese viaje, pero su interior es un mundo revestido de cerámica y convertido en un lugar donde transcurre la vida y deambula el arte a través de unos personajes capaces de moverse como si estuvieran vivos, porque lo están: vivos. Unos bailan, otros vuelan, penden o vagan de un lugar a otro. La puerta se ha abierto y se ha transformado en una gran rueda de la fortuna, mientras que, en el habitáculo descubierto, infinidad de escenas reproducen historias cotidianas. Debajo de esta gran plaza hay un submundo en el que se encuentran los mecanismos que mueven unos obreros agotados.
De Leonardo hemos extraído el título y la idea; la imagen que lo muestra está a la vista. Búscala. De Van Gogh, unas pinceladas; de los Beatos, el fluir de los personajes; de Goya, un perro, y de la leona herida, una postura; del Oriente, el lujo, y de lo popular, la tierra. De las noticias diarias, alguna tragedia; de nuestros recuerdos, alguna escena, incluso un homenaje. Todo entra en la rueda de la fortuna en la que los personajes flotan, buscando su ventura. Dones que nos dan la calle, los demás, y el arte.
Hay juegos desvelados y acertijos cuyo valor no se halla en la respuesta, sino en el enunciado. Encuéntralos, que todavía hay más. Ventanas que se abren y balcones que lloran. Adivínate a ti misma en lo que ves, y disfruta de las ilusiones cuestionadas que quizá tengas que reformular.
Para hacer todo eso nos hemos valido de nuestras manos y de nuestra entrega, encarando y repensando la idea día a día antes de meterla al horno y llevarla, de allí, a su destino.
La cerámica, fragilidad y fortaleza, nos ha revelado la alquimia, aquella que dice que el verdadero oro es el que late en el corazón. Es lo que hemos descubierto; quizá tú también.