Conversación entre Teresa Lanceta, Nuria Enguita y Laura Valles Vílchez
NE-LV Entre 1969 y 1985 viviste en el barrio del Raval de Barcelona, entonces Barrio Chino, concretamente en la plaza Real y en las calles Obradors y Jerusalem. En 1969 te matriculaste en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Barcelona y, simultáneamente, comenzaste a tejer. El Raval, muy presente en tu trabajo, era entonces una mezcla entre lo portuario, lo obrero, lo migrante, lo gitano y lo andaluz, como tan bien se expresa en Vida, ahora también vida (una serie de relatos que se incluyen en esta publicación, p. 77). Décadas más tarde, afincada en Alicante, viajas semanalmente a Barcelona, de nuevo al Raval, como profesora en la Escola Massana desde 2013 hasta 2020, y en 2021 por el proyecto Los oficios del Raval, realizado en colaboración con el instituto de educación secundaria Miquel Tarradell, y por la exposición en el MACBA y en el IVAM.
TL El Raval es un compendio de maneras de vivir –de culturas, incluso de religiones– distintas; de calle en calle cambian los olores, la estética, y el barrio se ha ido adaptando a los tiempos sin perder su propia identidad, que fundamentalmente ha sido y es la de acoger a personas llegadas de otros lugares sin importar la razón de su venida. En los años del gran éxodo del campo, muchos de los que llegaron al Raval, entonces aún «Barrio Chino», se hicieron trabajadores portuarios u obreros de las fábricas cercanas. Ahora los emigrantes vienen de Pakistán, de Filipinas… Es un gran crisol humano, con sus turistas y sus peculiares comercios que, cuando yo vivía allí, se dedicaban una buena parte al sexo. Aún recuerdo a los señores con traje y corbata que venían buscando mujeres, travestis o fiestas. Seguramente en su trabajo decían que aquel barrio les horrorizaba. En Vida, ahora también vida he sopesado detenidamente las palabras que recogen la memoria de lo vivido; quizá por eso me ha llevado años escribirlo.
NE-LV Has comentado alguna vez que el Raval te ha dado más de lo que tú nunca has tenido o has podido dar a nadie: del barrio has recibido sin apenas ofrecer. Sin embargo, nos parece que en tu relación con aquellas mujeres gitanas con las que tanto compartiste se produce una reciprocidad de los afectos, como se aprecia en narrativas como «La Charo» (p. 85), «Marina» (p. 86) o «Rocío» (p. 87), así como en los «cosidos» y en los tejidos que llevan sus nombres. En la «minúscula casa sin dormitorios, sin baño y con cortinas que hacían las veces de paredes», escribes que Rocío y sus hijos «pasaban mucha necesidad». Del Patio Andaluz al Tronío: en la exposición recorremos algunas de estas calles cuyas paredes devienen telas fragmentadas, remediadas.
TL De entre todos los sitios en los que he vivido, este lugar es el menos comparable a ningún otro. Ninguno me ha dado tanto, y en ninguno me he sentido tan tranquila. Las experiencias compartidas con la comunidad gitana dieron lugar a un sentimiento recíproco, sobre todo con esas mujeres, quienes veían en mí a una paya que se les entregaba. A principios de los noventa, después de Sevilla y Marrakech, viví en Madrid, pero el recuerdo del Raval siempre me ha acompañado y me ha hecho sentir la necesidad de hablar de lo roto, de las cosas destruidas y de los remiendos. En esa línea, «Esperando el porvenir» es una serie de dibujos y cosidos que pintaba con pigmentos, rascaba y lavaba hasta generar nuevas texturas. Posteriormente, zurcía o remendaba lo destruido. El sufrimiento que acarrea la pobreza, y la destrucción que lleva implícita, no siempre se supera. Estas eran telas pintadas y deterioradas hasta que el pigmento se convertía en huellas de color. La realización de esta pieza coincidió con el deseo de hacer algo directo e inmediato lejos del telar, cuyo tiempo de producción es lento.
NE-LV Sin duda, has vivido muchos «ravales». El primero –al que ya te has referido– era el de mediados de los setenta: te trasladas allí y vives con una familia gitana. Esta es una decisión de vida que tiene que ver con no querer vincularte a la universidad ni interesarte por un puesto de trabajo en el que las horas están contadas y está retribuido con un salario, depende de un jefe, etcétera. Nos gustaría saber si esa idea de comunidad y colaboración tiene alguna relación con el modo de vida en el que las familias son extensas y los cuidados se desarrollan en su seno, pero al mismo tiempo sus integrantes están más acostumbrados a la movilidad, al nomadismo, a vivir al día «esperando el porvenir» –como dice el tango, frase que da título asimismo a una de tus series. En definitiva, aquello que Pastori Filigrana considera una de las razones por las que se persigue a los gitanos: no se adaptan al sistema de explotación capitalista1.
TL Este barrio me trajo el recuerdo de la familia de mi padre. Mi padre era sevillano, y su familia era de Cádiz. Las fiestas de mi infancia eran muy alegres; en general, ellos lo eran siempre. No obstante, me siento catalana y me parece interesante resaltar que lo que me ha pasado a mí le pasará a mucha gente dentro de veinte años: se van a sentir catalanes o valencianos, pero sus padres habrán llegado de un pueblo de Marruecos o de Pakistán, y eso se dejará notar. Me contaba un chico del IES Miquel Tarradell (el instituto en el que, junto con Nicolas Malevé, he realizado uno de los proyectos de «coautoría») que su padre tiene dos hermanos en Gran Bretaña, uno en Canadá y otro en Italia. ¿Alguna vez volverán a estar juntos? A ambos lados de las Ramblas habitan diásporas: antaño de andaluces, extremeños o gallegos, y hoy de pakistaníes, hindúes o filipinos. ¿Nómadas? Hoy es nómada quien lo elige; entre ellos, los gitanos. Los demás son personas desplazadas, expulsadas. Ese es el neocolonialismo que se da en nuestras ciudades.
NE-LV Entre 2019 y 2020 realizas una serie de telas que retoman la idea del Raval a través de los colores del anarquismo –el rojo y negro–, una serie que se inspira en vivencias de aquellos años, mezclando cuestiones que nos gustaría desarrollar en la conversación que entreteje este libro: la técnica, la memoria y la experiencia compartida. Háblanos de estas nuevas telas.
TL A medida que me adentraba en las telas que presento en esta exposición, los colores y las formas se impusieron. Al principio eran colores negros o marrones, y azules muy oscuros con algunos puntos de color, pero el influjo del confinamiento o el mismo negro que usaba, me hicieron rebotar hacia el rojo. Así llegué al rojo y negro, unidos en una diagonal, que indudablemente me traían reminiscencias: tienen una connotación ideológica concreta, pero el color y la forma me trajeron hasta aquí. La diagonal cenetista pone en relación ambos colores sin perder intensidad cromática: cosida, ensamblada con los hilos. No importa el tono, pero sí la saturación. El rojo lo llena todo cuando se derrama, más aún cuando se retiene. El rojo contiene la vida y se encara con el negro. Es lo opuesto al negro, no el blanco: lo comprendieron bien los que enfrentaron rojo y negro en una bandera. Son contrarios, no porque el negro sea la muerte, que no lo es, sino porque el negro es un arcano carente de luz que estamos obligados a traspasar. Eso mismo sucede en el Raval. Recuerdo lo negras que eran esas esquinas que cruzaba entrada la noche: buscaba colores fuertes como los que ahora he puesto en estas telas. Y roja fue la sangre que se vertió en su camisa por mor de los celos y de una navaja. Negro es el pensamiento desesperado de las noches sin cobijo. Rojos son los días de hambre. Y rojos y negros, los del confinamiento.
1 Pastori Filigrana: «El ejemplo de los gitanos. Panfleto o discurso sobre cómo las resistencias al capitalismo del pueblo gitano están en el origen de su persecución». Concreta 14. Valencia: Editorial Concreta, 2019, pp. 40-53.