El paso del Ebro
Conversación entre Teresa Lanceta, Nuria Enguita y Laura Vallés Vílchez.
NE-LV En tu proyecto El paso del Ebro (2013-2015) se articula una vivencia que aúna de nuevo memoria colectiva y experiencia personal: una heterocronía que se desarrolla entre la batalla del Ebro de 1938 –una de las más sangrientas de la Guerra Civil–, los recuerdos de tu familia materna, procedente de esa zona, y tus viajes semanales entre Alicante y Barcelona durante los siete años en los que fuiste profesora en la Escola Massana, entre 2013 y 2020. En este trabajo, formado por una serie de escritos diarísticos que desarrollas en el tren, unas fotografías, un vídeo y cinco tejidos que van del azul al rojo, se vislumbra la ruptura de la cotidianeidad. El primero es un tejido con el que tu abuela guardaba el pan, y denota la presencia del miedo y de la violencia, de una guerra cuyas consecuencias y supervivencias observamos en los artilugios que presenta la colección de La Trinxera, en Corbera d’Ebre, sobre objetos encontrados en las trincheras, pero también sobre objetos de uso doméstico reciclados de materiales de guerra, especialmente de la batalla del Ebro. Son objetos hechos en momentos de grandes carencias, que muestran la inventiva y la imaginación en tiempos de supervivencia.
TL Dos veces por semana cruzaba el Ebro, ida y vuelta, esperando atenta ese momento. A lo lejos la Terra Alta, y más allá, en un punto que se pierde en el horizonte, Horta de Sant Joan, de donde es mi abuela y donde pasábamos las vacaciones. Ahora lo hacen mis sobrinos, y pronto lo harán sus hijos.
Allí, de pequeña, oía las historias que se contaban alrededor de la lumbre, especialmente sobre la batalla del Ebro. Poco a poco, aquellas historias fueron renaciendo en mí a medida que se acercaba el momento en el que el tren cruza el Ebro dejando ver el cauce del río, los arrozales que baña y las montañas, en el único lugar donde fueron descubiertos y exterminados los soldados que cruzaron el río aquella noche del 25 de julio de 1938 en defensa de la República y de Cataluña. A diferencia de otros trabajos míos que se han extendido en el tiempo, este es conciso, y no sé si tendrá continuidad. Lo corté abruptamente porque, al recordar todo aquel sufrimiento y el que vino después, me invadían la angustia y la tristeza. Solo pude alargarlo a través de los diarios que darían lugar a una publicación.
Recientemente he sabido que mi abuela usaba la tela que ha originado mi serie de tejidos, en los que el rojo vuelve de nuevo y enturbia (como quien dice) las aguas, para guardar la masa, una vez amasada la harina con la masa madre, a fin de que fermentase antes de convertirse en pan.
«El campo empieza a mostrar la proximidad del Ebro. De pronto el río, los arrozales inundados y los canales que surten de agua a los campos limítrofes. Pequeños brotes de arroz asoman donde no hace mucho un tractor araba. Un camión cruza por el puente de la A-7 a la par que el tren lo hace río arriba, cerca del lugar donde unos hombres, trocados en soldados, pasaron el Ebro la noche del 25 de julio de 1938.»1