Teresa no-está
ANTONI MARÍ
Es admirable la renuncia a la propia originalidad que Teresa Lanceta nos ofrece en el conjunto de esos tejidos; puesto que, al menos para un advenedizo en el arte de la tejeduría, apenas distingo su obra del resto de los tejidos tradicionales que completan la muestra. Esa identificación no se da únicamente por el conocimiento de la técnica, ni por la disposición de los colores y las formas, que tan sabiamente ha sabido emular, sino más bien por el espíritu común que los unifica.
Un espíritu que no es el de la reproducción o de la imitación, sino el espíritu de la creación que únicamente puede manifestarse por la aprehensión, respetuosa y libre, de conjunto de normas, leyes y hábitos tradicionales, nunca explícitos, que hicieron posible un canon que permite su continuidad en un ámbito tan distinto, como el de Teresa Lanceta, del ámbito tradicional de donde surgieron. Pero, ¿es posible renunciar a la originalidad, entendida como la manifestación de lo más propio, peculiar y único de uno mismo? ¿O es que, tal vez, la originalidad personal puede confundirse e identificarse con la originalidad de una colectividad? ¿O es que el espíritu de la tradición estimuló el espíritu original de nuestra tejedora? Tal vez cada uno de estos interrogantes pueda confirmarse en una rotunda afirmación.
Teresa Lanceta, como cualquier artista, se inició en la práctica del arte por la persuasión que la obra de otros artistas ejerció sobre su imaginación creadora. En este caso no es la obra de un artista individualizado, el que despertó su creatividad, sino el conjunto de una personalidad colectiva que, entre la multiplicidad de variaciones y alteraciones, fue reconocida como una unidad autónoma y singular que recogía las diversas individualidades en una sola voluntad de expresión.
Teresa Lanceta, con sus determinaciones y contingencias personales, parece confundirse y olvidarse de si misma para ofrecer su lugar a ese espíritu ordenador y constructor que tiene su raíces en una cultura alejada en el espacio y en el tiempo pero que mantienen incólume su intemporal modernidad, puesto que el arte es la manifestación de la cultura que puede unificar, identificar y reunir sus diversas y múltiples manifestaciones en una expresión que desconoce las exigencias que el tiempo y el espacio imponen.
Pocas diferencias separan el arte que ha venido realizándose desde el principio de los tiempos; puesto que, casi de una manera inmediata, reconocemos lo que verdaderamente de artístico hay en su manifestación. Y muchas semejanzas hay también en los múltiples orígenes que lo hicieron posible, puesto que lo que hay de arte en el arte es lo que trasciende el lugar, el tiempo y la individualidad que lo hicieron posible.
Teresa Lanceta no-está, en esta muestra. Pero tal vez, y es lo más posible, Teresa Lanceta esté presente en todos los intersticios, tramas, urdimbres, intersecciones y combinaciones que configuran esta multiplicidad de obras, las suyas propias y las demás, tejidas todas ellas por las mismas y únicas manos y concebidas por la misma inteligencia creadora para mayor complacencia de los hombres.