De 1985 a 1989 viví entre Sevilla y Marraqués, los dos primeros años estuve concentrada en los dibujos geométricos como expresión del paisaje y la naturaleza y en cómo el color actuaba en ellos. Me interesó especialmente quebrar la rigidez de la geometría. Paralelamente en mis estancias en Marraqués fui conociendo los tejidos marroquíes. Me atraparon cada vez más ya que veía en ellos un lenguaje creativo y autónomo.

Durante estos años, en Sevilla artistas como Curro González, Guillermo Paneque, Espaliu, Luis Claramunt o Gonzalo Puch y más tarde Martin Kippenberger y Albert Oehlen y galeristas como Juana d'Aizpuru, Rafael Ortiz o Pepe Cobo rompieron el tradicional inmovilismo de la ciudad buscando su lugar en el arte actual, gracias a ellos en Sevilla, la ciudad de las formas, encontré los fenómenos mientras que en Marraqués, la ciudad de los fenómenos, descubrí todo lo que subsiste aunque esté en continuo movimiento por lo que Marraqués que es un hervidero de vida que se desborda, me ofreció las formas, la tradición, lo que permanece.