Luis Claramunt, viajero de libros y ciudades
Luis Claramunt tuvo desde la infancia la firme resolución de hacer de sí mismo un pintor; empeño que culminó con una amplia e importante obra pictórica. Sus cuadros se mostraron y se muestran en las mejores galerías de arte de vanguardia, en museos españoles y extranjeros participando en pioneras exposiciones colectivas. Su vida profesional comienza en Barcelona exponiendo periódicamente en la Galería Dau al Set, años más tarde en la Galería Toni Estrany, pero es con la Galería Juana de Aizpuru (Sevilla y Madrid) con la que tiene la relación más extensa. Mantuvo vínculos artísticos con Alemania, exponiendo en la Galería Gisela Kaptain y en el Museo Ludwig de Colonia, con Austria y con Holanda. Compartió exposición con Oehlen, Kippenberger, Polke en The Broken Mirror en la Kunshallen de Viena y en España estuvo en la emblemática Cota Cero.
La pintura fue su único y férreo compromiso, pero los viajes centraron su pasión, viajes con sólo dos destinos: las ciudades y los relatados por los grandes descubridores, por los conquistadores o aventureros, narraciones donde se amalgama el descubrimiento del otro con el de uno mismo.
Para Luis Claramunt no había ninguna naturaleza comparable a la del ser humano, bajo este presupuesto leyó y releyó a Bernal Díaz del Castillo, a Conrad, a Stevenson, a Lope de Aguirre o a Magallanes hasta hacer suyas las palabras, los personajes y paisajes de estos libros, muchos de los cuales fueron tema de sus cuadros y dibujos. Solitarios personajes en barcas a la deriva, ahorcados o portadores de emblemáticos objetos como pipas humeantes, mapas, navajas, muletas, vasos y botellas fueron motivo y espejo donde reflejarse. Sintió una especial atracción por Henri de Monfreid, por su inquieta vida y por su prosa, poética y visual, que plasma el viaje como un arcano donde el hombre busca respuestas.
Luis Claramunt nunca viajó a ningún país, nunca a Francia, a Alemania, a EEUU o a Marruecos, sólo “iba” a ciudades, iba a París, a Viena, a Marraquech, a Bilbao o a Sevilla y las recorría sin descanso de un extremo a otro con paso ligero aparentemente con prisa por llegar a una cita o a algún lugar pero no era así sino que Luis Claramunt, como otros grandes viajeros, eligió como destino el propio viaje y encontró en las calles el paisaje donde transitar la vida.
Luis Claramunt, viajero de libros y ciudades, no se sintió en ninguna ciudad extranjero ni en aventuras ajenas extraño.
Teresa Lanceta Aragonés. Madrid, 2004