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Olga Diego y el aire
2011 para la exposición Aire en la Sala Mustang.


                        OLGA DIEGO Y EL AIRE

 

 

                        Ahora que Olga Diego ha llenado el espacio de la Galería Mustang de esculturas, respiramos junto a ellas. Compartimos un mismo aire, también una misma necesidad, para nosotros, casi escondida, inconsciente, sin que medie nuestra voluntad, mientras que esas enormes esculturas que toman completamente el espacio de la sala, desbordadas en forma y tamaño, respiran por la voluntad de la artista.

                         Tomamos un aire común a todos y lo expulsamos siguiendo un ritmo, cada uno el suyo. No es el mismo proceso, dentro nuestro está ocurriendo un hecho misterioso que sólo puede explicar la ciencia, a su manera, que nos dice cómo es el intercambio físico y químico, involuntario y automático y qué beneficios nos aporta la toma. Del arcano que encierra nada sabemos porque conocemos la vida pero no su enigma. Las esculturas no gozan de ese misterioso proceso químico que permite la vida pero encierran el del arte.

                         Unas turbinas programadas insuflan aire a estas esculturas hinchables o naturalezas artificiales que se expanden y contraen, que retoman una y otra vez la forma  y cuya materia es el propio aire. Durante ese recorrido de hinchado y deshinchado desvelan su función gracias a la utilización de unos mecanismos electrónicos cuya codificación sigue unas intencionadas directrices. Son esculturas que muestran una actividad en absoluto inocente sino que hablan, a través de la reiteración de atributos y movimientos, de un sexo excesivo o un agónico dolor, “evidencian un fondo de perversión y lujuria”.  El movimiento de expansión y contracción sufre en determinados momentos pequeñas interrupciones o contra-ritmos que le confieren vida, especialmente a aquellas esculturas que interactúan con los movimientos del espectador que, mientras deambula entre las piezas de Olga Diego, es el artífice de muchas de las reacciones de esos artefactos que llenan la sala.

                         En Hombre suspendido, un Cristo agónico emite un leve estertor que rompe el ritmo leve de su respiración carente de aliento lo que hace aún más dramática su imagen. En La novia y los solteros, otro guiño a la historia del arte, una multitud de senos crean al hincharse una enorme masa traslucida semejante a una Venus prehistórica ataviada con tantos pechos y pezones que la hace capaz de alimentar a un pueblo o de excitar a los solteros, una masa de menor tamaño recubierta de penes dispuestos a crecer ante ella. Mientras la gran figura de la novia es la de una mujer que multiplica sus atributos, las pequeñas esculturas son las de unos hombres representados por su masculinidad.  

             La piel artificial que delimita las esculturas es plástico, el más sencillo de los materiales usados para la exposición, el que viene en rollos o en bolsas, unas veces transparente, otras, traslucido, al que Olga Diego le confiere historia al hacerle perder su apariencia habitual llenándolo de rugosidades, cicatrices, marcas múltiples y extrañas y superficies texturadas que generan un aspecto orgánico y que hacen olvidar su origen industrial. Esa piel no es anodina, nunca lo son los materiales en manos de la artista por lo que, el protagonismo del aire y el movimiento, en detrimento de la envolvente plástica, se compensa por el trabajo minucioso de la superficie del plástico.

             Las Rocas invaden por completo el hueco de la enorme claraboya central de la MAG por lo que quedan expuestas a los cambios que la luz natural produce sobre la superficie tratada. La cualidad traslúcida del plástico, a través del cual la luz pasa tamizada, aumenta los tonos y las variaciones. Dentro de estas masas escultóricas, pequeñas cámaras transmiten a unas pantallas los cambios que se producen en el interior, la riqueza de la piel y las siluetas difuminadas por el contraluz de los espectadores que recorren la sala. El carácter lumínico de las piezas queda expuesto sin paliativos y con una intencionalidad mayor que en las otras esculturas. La luz se presenta como tema pero no aquella que ilumina las cosas sino la que se vive como una experiencia primigenia. Nos adentramos en otro arcano: la luz hace posible la vida y el misterio no está en la oscuridad sino en la luz.

             El sonido, a través de voces, motores o del plástico al moverse o rozarse, se concreta en  Bicéfalo contrariado donde un enorme cuerpo hinchable y esférico sustenta a dos cabezas cuyas voces se contradicen mutuamente.

             En los últimos años, Olga Diego ha trabajado con hinchables, vídeos, plásticos, motores o mecanismos electrónicos. Ha fabricado artefactos voladores con los que recogía vídeos a tiempo real como en el festival de las Artes de Salamanca o para la Bienal de El Cairo, artefactos con los que  incluso ella misma ha volado. Ha construido, para la Plataforma Petracos, una vivienda completa que podía guardarse en una maleta. Para el Centro de Arte Las Cigarreras restauró, con materiales originales, un  circuito eléctrico de la antigua Fábrica de Tabacos en el que sonaban las sirenas mostrando en un vídeo el proceso y ha expuesto en la Galería Aural de Alicante y en la Galería Adora Calvo de Salamanca, entre otras.