La mujer primordial expone sus telas
Tejer, coser, bordar al calor de la cocina El alfar donde moldea el barro y quizá también donde nace el rezo, son las actividades primerras de lo femenino. Eso que llamamos la diferencia femenina. Y no sería raro que esa identificación al margen de los y manidos roles insostenibles en la sociedad moderna, nos venga de lo más oscuro de nuestra memoria ancestral. De ese momento en que las rnujeres enfrentadas al fuego, cuecen el barro, hilan la lana, visten a su prole inventan la religión.
La aventura de Teresa lanceta (Barcelona, 1951) en esta sorprendente exposición es la deconstrucción de ese ancestral femenino. Conocía su destacado trabajo en el telar y sus investigaciones en los pueblos nómadas del alto Atlas, así corno su interés por el mundo gitano. Un par de alfombras-mantas, un par de tapices casi escondidos, en la memoria-trastienda de la galeríaa Buades, nos lo recuerda. Allí está lo ya asumido: ese trabajo conceptual, antropológico, útil, enraizado y finalmente aceptado. Pero la exposición es otra, telas más remendadas que bordadas, con enormes puntadas negras como suturas sobre heridas rasgadas en el lienzo. Retales que la industria ha ido tejiendo no la mano del artista ni la mano de la mujer cubierta con el chador o la cufía o el mantón o el pañuelo turco. Telas que están bordadas sólo porque no le vemos la utilidad al remiendo. Es como una vuelta atrás. Es como si Teresa Lanceta dijera que eso es lo primero: lo que hay que hacer con la tela es recordar su utilidad antes que nada. Y si está rota, coserla. Remendar la. Remiendos más que bordados, suturas, utilidad inmediata, negación de lo artístico, de lo ornamental.
Y vemos también esos cuentos para niños, esos dibujos que son casi la ilustración kitch si no fuera porque tienen una intención pérfida que es la misma que rige los cosidos-bordados más abstractos. Contar cuentos para dormir al niño, para que vuelva a casa, para mantener el hogar. El origen de la religión. El mito que para Levi Strauss significa más que las palabras que lo componen. Su realidad no es lingüística es mítica. Y Lanceta tiene una mirada llena de ferocidad detrás de sus palabras cosido y sus frases-tapiz: ella está deconstruyendo, mostrando los fragmentos de ese trabajo de la madre, de la mujer primordial. Fragmentar, trocear el discurso para mostrar su radical mentira como discurso. El mito sólo es mito par quien no cree en él.
MARCOS R. BARNATAN