La frontera entre el hacer etnográfico y las artes plásticas está muy desfasada. Ese "ser diferente" para el que se crearon museos especializados a principios de siglo ya está aquí, no importa de qué lugar venga. Aquellas máscaras, esculturas y jeroglíficos, que tanto emocionaron e inspiraron a artistas, hoy forman parte de nuestras imágenes más cotidianas.
Quizá nos cueste comprender la necesidad de que el objeto útil, como las alfombras y los tejidos, sea el soporte transmisor del arte en poblaciones de escasos recursos. Quizá también nos cueste captar la creatividad de las técnicas y de los lenguajes ajenos, pero ya no es el momento de que nadie piense qué hace ese "otro" colgado de las paredes del Reina Sofía, sino, más bien, cómo es que no se colgó antes, porque ese "otro", hace tiempo que somos nosotros mismos.
Estas alfombras, capas y cojines que van a exponerse, algunos muy sencillos y humildes, han sido creados en zonas áridas de extremado calor o en altas montañas de rigurosísimos inviernos, mostrando que allí, en medio del imponente y duro paisaje, viven unos hombres portadores de un lenguaje autónomo, propio, peculiar y hermético, textil, que habla de una comunidad, de una cultura y de un arte. De Si vivo, será mejor en el catálogo Tejidos marroquíes. Teresa Lanceta